domingo, noviembre 17, 2013

Reeditan libro fundamental de Violeta Parra

El Mercurio

"Cantos Folklóricos Chilenos" es la narración en primera persona de su trabajo como folclorista en los años 50. La anterior edición fue de 1979, y ahora se incorporó una selección de fotos inéditas.

Romina de la Sotta Donoso

Las dos ediciones anteriores -de 1959 por Zig-Zag y de 1979 por Nascimento- están agotadas. Ahora la Fundación Violeta Parra y Ceibo Ediciones publican "Cantos Folklóricos Chilenos" (172 páginas, $15 mil en www.ceiboproducciones.cl).

En este volumen, Violeta Parra relata, en primera persona, su infatigable búsqueda del repertorio vernáculo en los años 50. Convence a los cantores populares de grabarlos en cinta, y escribe sus versos y su música.
"Hay que querer harto a esta gente y a ese oficio, porque es bien difícil meterse en casa ajena y que se pongan a cantar para ti. La Violeta se quedaba poco menos que a vivir ahí, y lo poco que teníamos lo llevaba para allá", comenta Isabel Parra, su hija.

"Era más desprendida, imposible. Cuando se dice que la pobre Violeta era una mendiga es una caricatura y una ofensa. Ella eligió cómo vivir y tenía una idea romántica de la existencia. Estaba preocupada de otras cosas. Ella decía 'Lo que yo hago, lo hago por Chile'. Estaba completamente segura de lo importante que iba a ser su trabajo", agrega. "Este libro es su propia experiencia como folclorista. Todo lo que vino después sale de ahí".

Buen ejemplo es su "Casamiento de negros", que Gastón Soublette conoció en el disco que Violeta Parra grabó para EMI-Odeon en 1953. "Nadie en Chile había compuesto una cosa tan original, en cuanto al tema y la melodía", comenta él. Tal fue el impacto, que le dieron su propio programa en Radio Chilena: "Canta Violeta Parra".

"Con ese programa, provocó una revolución en el canto popular chileno. La gente le escribía miles de cartas, la amaban mucho", asegura Isabel Parra.

"Es cierto que en la recopilación del texto hablado de nuestro pueblo la precedieron antropólogos como Ramón Laval y Rodolfo Lenz. Pero esos trabajos quedaron archivados por décadas. Chile recién se enteró de su arte con Violeta Parra", complementa Soublette. Destaca que en el libro "da la impresión de que uno está conversando con el informante. Tenía una intuición muy especial para conseguir lo que quería", agrega. A él le pidió que transcribiera las melodías, partituras que se incluyen en el libro.

También hay retratos de los entrevistados, tomados por figuras como Sergio Bravo y Sergio Larraín, y fotografías inéditas de la Fundación Violeta Parra. "Estos fotógrafos maravillosos eran amigos suyos, y se involucraron profundamente en su trabajo", dice Isabel.

Mis cantoras

En cada una de las entrevistas, Violeta Parra es inquisitiva y asertiva, y conquista al cantor más renuente.
"'Cualquiera canta en una mata de hojas', le respondió don Antonio Suárez a mi hermano Nicanor cuando este le preguntó qué le parecía el canto de la Violeta Parra", escribe la artista. "Había dejado de tocar porque tenía que mantener a sus veinte hijos, así es que tiempo para la música no le quedaba. A los niños debía darles buen ejemplo de padre y el canto se presta para tentaciones, me explicó". De esa casa salió con un guitarrón de regalo.

También revisa el repertorio que aprendió de su madre Clarisa, y anota sus "díceres": "A ustedes les enfada el bien, cuando les falte la madre, ahí van a ver lo bueno"; "Ay por Dios, no le pueden decir n'a a la albahaca"; "¿Venías con la boca mirando que te caíste?".

Su ternura, libre de displicencia, es antológica. "Alguien me había dado el dato de una cantora que vivía en al calle Eliodoro Yáñez nueve y tantos", abre otro capítulo. "Di vueltas y revueltas una y otra vez y nada. El número no existía". Sencillamente entró a preguntar a una casa. "Alóooo. Me respondió una voz que más bien parecía un lamento", escribe. "Había una señora acostada, con rostro cadavérico y lamentándose". Venía saliendo del hospital: "Si hubiera visto... cómo... llegué... Ahora estoy reina... Ay ay ay...".
"Yo tengo la obligación de salvar la música chilena, es una pena que se me enfermen mis cantoras", le explica.

Y como doña Berta Gajardo no puede ni sentarse, Parra toma la guitarra y la acompaña en una tonada: "Una palomita soy/ con una llave de suerte/ me pretendes por engaño/ que venga por mí la muerte. //Antes de que amanezca el día/ te doy parte que me voy/ p'a que salgas a buscarme/ que una palomita soy. // Castigo del alto cielo/ para quien da desengaños, /advierte lo que te digo/ me pretendes por engaño".
"Dios quiera que se haya mejorado totalmente. Cuando ocurrió esto, ella tenía 46 años y fue en el año 1952". Así cierra Violeta Parra ese retrato.


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