sábado, octubre 27, 2012

La desconocida historia académica de los protagonistas del rock ochentero

El Mercurio


El periodista Emiliano Aguayo , autor de la biografía de Jorge González "Maldito sudaca", lanza ahora "Las voces de los 80". Allí amplía el alcance musical de esa década.

IÑIGO DÍAZ

Fueron las quince horas de conversación más productivas para el periodista e investigador Emiliano Aguayo. No sólo obtuvo allí material de primera mano de Jorge González -líder de Los Prisioneros- para escribir la biografía "Maldito sudaca" (RIL Editores, 2005). Entre las líneas de esa entrevista hizo un acopio de material suficiente como para iniciar una nueva investigación.

Después de dos años de trabajo y más de 60 entrevistas que realizó en torno a 21 proyectos -bandas y solistas-, esta tarde Aguayo presentará en la Feria del Libro "Las voces de los 80" (RIL Editores, $10.000), que recorre nuevamente esa extraña década musical, siempre vigilada desde las sombras y sumida en el contraste entre la canción intelectual de protesta y una música pop tildada de superficial.

"Jorge González canta 'La voz de los 80', pero detrás de él existieron muchas otras voces", dice Aguayo a partir de su libro de 388 páginas y más de cien fotografías, algunas verdaderos hallazgos arqueológicos, acerca de las bandas y músicos del rock y el pop.

La investigación se sumerge en la prehistoria de los protagonistas, y desde allí rescata elementos que, según apunta el autor, "nunca se revelaron antes, nunca nadie lo dijo y nunca lo supimos. Para mí fue también una sorpresa", dice.

Se refiere al origen académico de prácticamente la totalidad de los músicos que fundaron el rock pop chileno de los 80. "Jorge González fue el punto de partida. Él entró a estudiar Licenciatura en Música a la Universidad de Chile en 1983 y se retiró al año siguiente. Decía 'para qué estar en el país de Violeta Parra escuchando música medieval'", cuenta.

Sus compañeros de curso eran Igor Rodríguez (luego en Aparato Raro), Robert Rodríguez (en Banda 69), Daniel Puente (en Pinochet Boys) y Carlos Fonseca ("el cuarto Prisionero", en su calidad de mánager del grupo).

"En la sala de al lado estaban estudiando canto Pablo Ugarte (de Upa) y María José Levine (de Primeros Auxilios). De la generación de 1982 ya venían estudiando instrumentos Juan Coderch y Carlos Chung (de Bandhada), y en sonido ese mismo año estaban Juan Ricardo Weiler y Jorge Herrera (de Pie Plano). En 1984 entran a sonido Andrés Bobe y Luciano Rojas (de La Ley) y Claudio Narea (de Los Prisioneros). Entonces entendí que el pop rock de los 80 nació en esa facultad universitaria", apunta Aguayo.

La investigación llegó más lejos. Hasta la Universidad Austral, donde el autor encontró orígenes académicos de todos los integrantes de Aterrizaje Forzoso, banda valdiviana formada por estudiantes de sonido. También en la Universidad de Concepción, donde Yogui Alvarado, músico de Emociones Clandestinas, cursaba pedagogía en música en paralelo a su estudio de contrabajo con Werner Lindl, padre de Roberto Lindl, de Los Tres. Mientras, en el Conservatorio de Viña del Mar, Pancho Puelma completaba su sexto año de piano clásico.

Aguayo concluye: "Creo que este libro de testimonios derriba el mito de que el rock de esos tiempos era de ricos o de pobres. Supuestamente, los cuicos eran Upa y Cinema, que vivían de Plaza Italia para arriba, mientras la Banda 69 y Los Prisioneros eran de barrios populares. El escenario era el mismo para todos: un país precario en cuanto a acceso a la música, sin escena musical ni instrumentos, y con toque de queda. Pero lo más importante es que, por igual, el rock fue una necesidad para todos estos jóvenes".



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