sábado, octubre 27, 2012

Construyen el primer órgano chileno después de cien años

El Mercurio

Pieza de Carlos Valdebenito, adquirido por el especialista en música barroca Jaime Carter, el ejemplar acaba de ser estrenado y en Chile representa una pequeña nota musical en un extenso silencio.

IÑIGO DÍAZ

"Orgelbauer" en alemán; "facteur d'orgues" en francés; "organbuilder" en inglés. Todas, expresiones para decir "organero", que no es lo mismo que "organista". Si en países europeos la organería es una ciencia casi exacta, en Chile no es más que un misterio.

"El último órgano que se armó en Chile fue en 1957", cuenta el compositor y organista Miguel Letelier, Premio Nacional de Música de 2008. "Llegó de Bélgica y se instaló en la Iglesia de Nuestra Señora de Luján, en calle Colo Colo esquina Tegualda. Era una maravilla de instrumento. Lo tocaba el belga Julio Perceval, un organista de fama mundial que llegó a Chile desde Argentina y fundó la cátedra de órgano en el Conservatorio. Cuando lo vi tocar quedé con la boca abierta. Entonces tomé clases con él", relata.

Pero ni siquiera se trataba de un órgano hecho en Chile, sino un ejemplar ensamblado aquí. Por eso es que el nuevo instrumento creado en Olmué por el organero Carlos Valdebenito viene a marcar un hito en la silenciosa historia del órgano chileno. Fue presentado hace unos días en un concierto del grupo Les Carillons en la Corporación Cultural de Las Condes, dado que fue adquirido por su organista, Jaime Carter. Esta semana volvió a sonar, en el Centro Montecarmelo, en un concierto de música barroca del grupo La Herméutica, al que también pertenece Carter.

"Es el único órgano que existe en Chile para acompañar música barroca. Los otros son órganos electrónicos", señala Carter. No se trata en ningún caso de un instrumento de dimensiones catedralicias. Lo conocen como órgano "positivo", es decir, que "se puede posar". "Es especial para hacer música de cámara, porque tiene fácil maniobrabilidad. Tiene ruedas y se puede mover. Si bien su volumen es menor, el principio es el mismo: columnas de aire que se convierten en sonido a través de los tubos", agrega.

El organero Carlos Valdebenito constata la existencia de 190 órganos en Chile, "aunque apenas el 30 por ciento funciona en buenas condiciones. Muchos de los que están en desuso, además sufren de desprotección y abandono. Algunos visitantes a iglesias del norte se llevan las partes como recuerdo", se lamenta.

Según él, los antecedentes de organería son escasos. Existen los órganos indianos, construidos por indígenas en el norte que aprendieron el oficio en la Colonia. De esos, existen todavía piezas en Mamiña (1693) y otras del 1700 en Cariquima y San Pedro de Atacama. Luego viene la experiencia jesuita, con el sacerdote alemán George Kranzer como constructor en el siglo XVIII, y finalmente el trabajo que hasta inicios del siglo XX realizó Orestes Carlini, traído a Chile por el Arzobispo de Santiago para que hiciera la mantención de los órganos de las iglesias. "Se quedó aquí y llegó a construir unos 40 instrumentos. Una vez que muere, el oficio desaparece", dice el organero.

El instrumento de Valdebenito tiene un teclado de 54 notas y dos registros (dos familias de tubos). El primero se llama "Bourdon 8'" (zumbido de una flauta grave) y el segundo, "Flauta de chimenea en 4'" (sonidos más agudos). Toda su ingeniería en pino Oregón y lenga es mecánica, salvo por el motor que surte de aire a los 108 tubos.

Miguel Letelier pondera el trabajo de Valdebenito: "Desde que comencé a tocar en 1963 nunca vi que se construyera un órgano en Chile. Este es un triunfo absoluto en un océano vacío en la historia del instrumento aquí".

No hay comentarios.: