miércoles, septiembre 19, 2012

La pequeña autobiografía del cantor temucano

El Mercurio


Sin métricas ni cronologías, en 4.805 anotaciones, "Los versos numerados" recorre sus andanzas y divagaciones a través de los tiempos. "Yo no me siento a escribir versos. Salen cuando salen, no cuando yo quiero", dice Tito Fernández.

IÑIGO DÍAZ

Cuatro mil ochocientos cinco apuntes se enumeran en este libro, la más reciente publicación de un temucano llamado Humberto Waldemar Asdrúbal Baeza Fernández, conocido en todo Chile como Tito Fernández. Pero "Los versos numerados" (Ril Editores) no es más que el resumen de una vida de anotaciones casi diarias que el cantor viene haciendo con metódico ritmo desde el 5 de agosto de 1964.

A los 72 años, Tito Fernández sigue escribiendo en cuadernos sus pensamientos espontáneos y sus experiencias, de las más domésticas imaginables ("448. Nos fuimos a Calama, donde una vez jugando cartas perdí hasta la camisa") a reflexiones mayores ("1521. El Hacer es la vida. El no Hacer es la muerte"). Actualmente está escribiendo el cuaderno número 78, y va en la página 49.118. Una autobiografía en verso libre, minuto a minuto.

"Tito Fernández es lo más atípico que tú puedas encontrar en cualquier cosa que hablemos. Estoy viejo, ya me acostumbré, pero al principio nadie entendía nada. Ni yo, ni el que me estaba entrevistando. Ahora, el que me está entrevistando generalmente entiende algunas cosas, otras no. Yo me entiendo, pero no sirve de nada que sólo me entienda yo", elucubra desde su casa del barrio Avenida Matta.

Lo atípico aparece cada tanto en los episodios de su vida. A los 15 años, Tito Fernández aún no conocía el mar: "Cuando lo conocí, me metieron a un submarino", relata. Su primer disco fue también un hecho atípico: "Estaba cantando en la feria ganadera de Valdivia. Llegó Ángel Parra y me dijo 'tú tenís que grabar un disco'. Así salió 'Tito Fernández, El Temucano' (1971), publicado por el sello Peña de los Parra. Yo debo ser uno de los pocos artistas del mundo que saltó directamente de un corral de vacas a un estudio de grabación. Todo atípico", dice.

Lo mismo piensa Tito Fernández de esta edición, que primero fue un disco y después un libro. "Los versos numerados", que según él sólo llevan número "para no perderme", fue originalmente la lectura de apuntes escogidos de esos 77 libros que lucen en la repisa de su despacho. Son doce volúmenes de discos que incluyen once horas y cuarenta minutos de narraciones.

"Los discos se vendieron como loco, entonces a alguien se le ocurrió convertirlos en un libro. Yo no paro de escribir estos versos libres, es decir, que no tienen ninguna limitante, ni métrica, ni estructura, ni técnica. Los voy a seguir escribiendo hasta que me muera. Ahora mismo, cuando te vayas, voy a poner que estuviste aquí", advierte.

-¿Sabe cómo y quién va a conservar todos estos originales?
"No tengo idea, ni siquiera sé si los quemo antes de morir. Yo no estoy preocupado de eso, tampoco de mí mismo. Yo no escucho a Tito Fernández en discos. Tampoco me escucho cuando estoy en un concierto. Al terminar pregunto cómo estuvo. Las cosas salen como salen, no más. Por eso la gracia de este libro es que no está hecho por un escritor, sino un escribidor".


1461. Hay mucha gente que se acerca a mí con la intención de aprender.
1462. Suponen que yo sé muchas cosas.
1185. ¿Para qué sirve mi mano derecha?
1186 . ¿Y mi ojo derecho?
1301. Un día estuvo lista y dispuso que hiciéramos el amor, porque era necesario.
1582. Sobre Alemania paso volando hoy, pero no me detengo.
1586. Allá abajo hay kilómetros de campo.
1324. Tito Mundt se cayó de un balcón donde hacía equilibrio una noche, "curado", después de haber escrito "De Chile a China" y no debió haberse muerto así. ¿O sí?
1578. Il vino di la bella Italia es generoso y simpático como su gente.
1579. Se parece al fulano de los sándwiches en Roma y a la sonrisa, chispeante, de la niña rubia de la pizzería.
1581. El vino, ciudadano del mundo, es un poema dulce y está donde quiera que vayas.

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