domingo, noviembre 20, 2011

Bernardo Subercaseaux culmina su proyecto sobre las ideas y la cultura en Chile

 

El Mercurio

¿Por qué Lastarria cree que el período colonial atrofió la naturaleza de los chilenos? ¿Por qué la intelectualidad del Centenario comienza a hablar de una raza chilena? ¿Por qué Violeta Parra le canta a la diferencia? ¿Por qué don Francisco está en la cápsula Bicentenario? A ese tipo de preguntas da respuesta "Historia de las ideas y de la cultura en Chile", que se publica en una versión ampliada, incluido un quinto y último tomo, que va desde 1930 a 2010.

Juan Ignacio Rodríguez Medina

Contar la historia de las sensibilidades culturales. Y de los cambios que se han producido en esa historia en los doscientos años de vida independiente de Chile. Ese, ni más ni menos, es el desafío que enfrentó Bernardo Subercaseaux -profesor de la Universidad de Chile y autor de diversos libros sobre cultura chilena y latinoamericana- y que cristalizó en los tres volúmenes y cinco tomos de su "Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Desde la Independencia al Bicentenario", que acaba de publicar completa en editorial Universitaria.

La gracia de esta edición se halla, primero, en la aparición del último tomo de una historia que Subercaseaux comenzó a publicar en 1997. La segunda, en que los cuatro libros anteriores fueron revisados y aumentados (incluyendo memorias visuales, cronologías, además de un índice analítico) para articular una unidad.
Y es que la novedad radica, más que en lo que cuenta, en cómo lo cuenta, en cómo se vale de piezas conocidas para configurar un relato que les da sentido: "Basándome un poco en Paul Ricoeur, sostengo que hay tiempos colectivos hegemónicos y que eso, de alguna manera, es un factor que deja huellas en todos los productos culturales", explica. De lo contrario, reflexiona, ¿cómo se entendería la emergencia de la generación literaria de 1938 sin el triunfo de Pedro Aguirre Cerda y el Frente Popular?: "La historia de la cultura es un campo importante porque te permite establecer esas vinculaciones que la historia corporativa, aislada -del teatro, de la literatura, del cine- no permite".


Fundación e integración


Una visión más totalizante, entonces. Que encuadra nuestra historia en un momento fundacional durante el siglo XIX (volumen I, «Sociedad y cultura liberal en el siglo XIX» y «Fin de Siglo: la época de Balmaceda»); otro de integración o nacionalismo en 1900-1930 (volumen II, «El Centenario y las vanguardias» y «Nacionalismo y cultura»); un tercero de transformación social entre 1930 y 1973 y el cuarto y actual de globalización (los dos últimos en el volumen III, «Política y cultura»).

Cuatro momentos que Subercaseaux, además de postular, los muestra operando. En el caso del tiempo fundacional a través del lenguaje "lumínico y vegetal" de las obras del período. O en la Gramática de Bello. En Lastarria postulando una naturaleza de los chilenos atrofiada por la colonia, que recién con la libertad comienza a desarrollarse. También en Blest Gana, cuyo "Martín Rivas", sostiene Subercaseaux, "fusiona los principios liberales con el capitalismo que está naciendo y que se está instalando en el país".

-¿Ese tiempo de integración se rompe con la guerra civil de 1891?
"Claro, empiezan a aparecer otros sectores sociales en la prensa, en las demandas de la sociedad, en las ideas, en el conflicto catolicismo/laicismo. Eso hace presente un nuevo tiempo colectivo que es de integración que se expresa, por ejemplo, en la valoración del roto chileno y del huaso".

Una sensibilidad que permite entender que en 1926 la cúspide de la poesía nacional la llenara gente como Daniel de la Vega, Víctor Domingo Silva o Samuel Lillo, mientras Mistral, Neruda y Huidobro aparecían abajo. Que antes y después de las funciones de cine mudo se bailara cueca. Que a unos zapatos traídos desde Inglaterra se los bautizara como "patriotic shoes". O la "terrible reacción" que generó la publicación de "El roto", de Joaquín Edwards Bello: "Venía este señor a meter un roto prostibulario, a herir a la sensibilidad del pueblo, a herir la sensibilidad de los que lucharon en la Guerra del Pacífico. Estaba traicionando la idiosincrasia de integración", señala Subercaseaux.

En ese sentido, el autor habla de un "nacionalismo del mestizaje, biologista" que inventa la raza chilena. Una ficción que operó, por ejemplo, en la obra de Encina o en la proliferación de óperas de tema araucano.
Transformación y globalización

Eso hasta 1929 y la crisis del capitalismo. La integración queda atrás y lo fundamental pasa a ser la transformación de la sociedad. Y allí, según Subercaseaux, la figura clave es Arturo Alessandri (su primer gobierno), gracias al cual se instalaría esta nueva vivencia del tiempo colectivo, la que se expresa en la bipolaridad entre la reforma y la revolución de la sociedad. De allí las otras dos grandes figuras del siglo XX: Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende.

-Usted fija 1930 como el momento de cambio. ¿Qué ocurre con las vanguardias, que son anteriores?
"Estas vivencias colectivas del tiempo no hay que tomarlas en sentido rígido. Yo distingo entre pulsiones hegemónicas y contrahegemónicas, y precisamente en el período 1900-1930 las vanguardias son una pulsión contrahegemónica, contra el nacionalismo. No es casual que Huidobro dijera ??Chile es mi segunda patria??".

-Si bien usted muestra que a lo largo de toda la historia de Chile la cultura va como vagón de cola de la política, también se ve que eso se agudiza a partir de 1930. ¿Concuerda con Gabriel Salazar, según quien los partidos o la política ha cooptado o restado participación a la sociedad civil?
"No, no tanto. Porque a partir de 1930 el Estado de compromiso le da el tutelaje de la cultura a las universidades -incluso de la televisión- y eso, por ejemplo en el campo del teatro, no significa un cierre. Al contrario, el Teatro Experimental de la Universidad de Chile o el Teatro de Ensayo de la Católica son grandes aperturas. La cultura es un campo en disputa, que tiene vitalidad propia, entonces la presencia de la política puede cooptar, pero también abrir.

-¿Y ese proceso logró generar una cultura independiente?
"Logró una modernización, se permitió la experimentación. Antes el teatro no tenía iluminadores, no tenía escenógrafos. Entonces, de alguna manera, al amparo de esa política del Frente Popular, se logró que el tutelaje de la cultura pasara de la élite a los sectores medios y a los sectores más amplios.

-¿Cabría entender, por ejemplo, la generación literaria del 38 como un fenómeno fundamentalmente político, más que literario?
"Las dos cosas. Hay citas testimoniales que muestran que la influencia de la Guerra Civil Española en la intelectualidad de Chile fue extraordinaria. Además, por algo esa generación se llama del 38, que es un hecho fundamentalmente político [la elección de Pedro Aguirre Cerda]. Pero al mismo tiempo fueron generaciones literarias, que se hacen cargo de una tradición, que integran creativamente sectores y temas sociales que no estaban en la palestra, y que se distancian un poco del criollismo de Mariano Latorre y de Luis Durán.

-Usted identifica dos pulsiones en el folclore, representada una por Violeta Parra y la otra por Margot Loyola, que sería una concepción más rígida...
"Más purista, más tradicional. Eso tiene que ver con una concepción de lo popular. Pensarlo desde esa perspectiva, es pensar que está aislado, cuando en realidad está metido en la sociedad y por lo tanto está resemantizando la cultura artística o la cultura de masas. Esa es la perspectiva de Violeta Parra, una concepción más abierta y más creadora de lo popular, que lo percibe como un campo que va cambiando. La perspectiva de Margot Loyola es más bien arqueológica, aunque las dos son muy valiosas y muy respetadas.

-¿Esa visión arqueológica igual se enmarca en este imaginario de cambio?
"También, en el sentido de que hay una valorización de la cultura tradicional popular como una manifestación o como una expresión de las formas de vida del pueblo".

-¿Qué ocurre con los medios de masa como la radio, el cine y la televisión en este período?
"En la medida en que el escenario político se va haciendo más confrontacional, los medios empiezan a serlo también. Claro que fundamentalmente yo me meto en el tema de los medios y de la comunicación en el período actual, de globalización y cambios tecnológicos, en el que se va produciendo una hipertrofia de la cultura de masas en desmedro de la cultura popular y de la cultura artística.

-Pero, por ejemplo, la radio emerge en los años 20 y más adelante hay fenómenos como La nueva Ola.
"Claro, la cultura de masas no es algo solamente de hoy, se empieza a constituir a comienzos del siglo XX, pero había un equilibrio. En el caso de la música yo muestro lo que era en el momento que emerge Violeta Parra y la Nueva Canción Chilena. Pero insisto, había un cierto equilibrio que hoy no existe. Que por votación popular los personajes más famosos que se entierran en la cápsula que se va a abrir el 2110 sean Don Francisco y el perrito de Lipigas nos está indicando algo".

-A pesar de la hegemonía del eje transformador y de la bipolaridad que usted postula entre reforma y revolución, finalmente con el golpe de Estado parece vencer la corriente contrahegemónica. ¿Concuerda?
"Bueno, la derecha desde la época de la revista Estudio en 1930-1940, del hispanismo franquista tiene la idea de que los problemas empiezan con la revolución francesa, con la cultura ilustrada. Entonces, en el período 1930-73, prácticamente queda excluida de esa polaridad y sigue trabajando por fuera. Pero yo no diría que triunfa, porque si uno ve lo que significó la Concertación y lo que está pasando ahora, la bipolaridad está viva hoy como memoria histórica".


-¿La bipolaridad resurge con la Concertación?, porque hay consenso en señalar que mantuvo el modelo.
"Sí, se mantuvo el modelo, pero también hay algunos atisbos de Estado de Bienestar, aunque mucho más en el discurso que en los hechos. Ahora, yo no soy directamente un analista político. Yo hago una historia de las ideas y de la cultura. Al final del libro hago un llamado de atención sobre algo que me parece bastante luminoso: que en la medida en que desconocemos el futuro desconocemos también el pasado, lo que es un desafío histórico fascinante. Y además me pregunto cuál será la próxima vivencia del tiempo colectivo".

-¿Tiene una respuesta?
"No, eso no lo sabemos".

HISTORIA DE LAS IDEAS Y DE LA CULTURA EN CHILE
Bernardo Subercaseaux
Editorial Universitaria, 2011, 3 volúmenes. $38.000 en librería Universitaria (Alameda 1050).

Extracto: teatro reformista versus teatro revolucionario
"En cuanto a las políticas públicas, en el ámbito de la cultura, la idea de extensión será la orientación básica de la acción del Estado y de los organismos paraestatales. En las actividades de extensión, la bipolaridad [reforma/revolución] se expresa, por una parte, en el paradigma de la democratización cultural (que sintoniza con un proyecto político de reforma) y, por otra, en el paradigma de democracia cultural (que sintoniza, más bien, con un proyecto de revolución y de transformación profunda de la sociedad) (...), ya desde la década del 30 es posible advertir las huellas y latencia subyacente de ambos. En el campo del teatro, mientras un sector planteaba al gobierno la necesidad de crear una compañía de teatro estatal que diera a conocer a lo largo del país las grandes obras del teatro clásico y moderno, otros, en cambio, con Antonio Acevedo Hernández a la cabeza, estaban por desarrollar un teatro obrero, un teatro de artesanos, un teatro campesino, un teatro minero, un teatro carcelario , y así sucesivamente; un teatro con obras, temas y actores que representaran y dieran vida en la escena a cada una de estas realidades" (Historia de la ideas..., vol. III).

 

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