domingo, noviembre 20, 2016

Proyecto Papageno retomó actividad, a días de tragedia que lo enlutó

El Mercurio

El viernes 4 de noviembre, un incendio arrasó con parte de sus instalaciones y con la vida de dos entusiastas trabajadores del proyecto, Juan Parra y Nieves Pineda.  

VÍCTOR FUENTES BESOAÍN 

"Esto es para Juanito y Nieves", afirma Karen Manqueo, una niña de voz tímida. Ella y otros 1.155 alumnos de la Escuela de Música Papageno han visto como su sensibilidad aumenta producto de la tragedia que quince días antes los enlutó.

En la madrugada del 4 de septiembre, un incendio arrasó parte de las instalaciones del establecimiento ubicado en Villarrica, al sur de la Región de La Araucanía. Durante la emergencia, los cuidadores nocturnos del lugar, Juan Parra y Nieves Pineda, no alcanzaron a escapar, en su intento de salvar las herramientas de trabajo de los niños.

Al presentar el concierto, el director del proyecto y ex cantante lírico, Christian Boetsch, explica que "esta vez no es una fiesta, sino un homenaje para ellos" y da paso a una masiva versión coral del Himno de la Alegría , al que luego Karen Manqueo sumará su flauta traversa, Diego Núñez su charango, Eduardo Troncoso su saxo alto, Daniel Salgado su acordeón y Valentina Núñez la trutruca. Algunos llevan cuatro o cinco meses aprendiendo a interpretar y otros suman hasta ocho años y el dominio de dos o más instrumentos.

El profesor Claudio Rodríguez, que forma en saxo e instrumentos de bronce a una treintena de menores, relata que ya son cuatro los alumnos que continuarán sus estudios de música en la universidad.

En más de un 90% son pequeños de origen mapuche, de alta vulnerabilidad y que provienen de 50 escuelas, de las regiones de La Araucanía y Los Ríos. La sede principal de la Fundación Papageno -que toma su nombre de uno de los personajes de la ópera "La Flauta Mágica" de Mozart- es la que ahora se encuentra en reparaciones.

Los precoces instrumentistas se pasean por repertorios clásico, popular y folclórico, en los que son dirigidos, a modo de secciones, por sus respectivos profesores.

En medio de la presentación, y cuando el virtuoso niño Joaquín Zúñiga se hacía cargo del piano para interpretar "Canción de Papageno", Boetsch se sumó al tema con una flauta de pan -parecida a una zampoña- y relata que debió pedírsela a su hijo, a quien se la regaló cuando dejó de cantar óperas hace 25 años. Esa pieza fue la catarsis para Boetsch, y también para algunos asistentes, quienes se emocionaran cuando el maestro no pudo seguir hablando y debió esperar algunos segundos para recuperar aliento.

Desde las galerías, el concierto era seguido con nerviosismo por Rosa Parra, hija del matrimonio fallecido: "Es muy triste estar aquí sin mis padres. Ellos habrían querido que este concierto se hiciera igual. Amaban estar en la escuela y era su pasión en esta etapa de sus vidas".

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